Lecciones de Organización Por Parte de Un Jornalero

Durante nuestra visita a Memphis, Tennesee, Eleazar conto su historia frente a unas 300 personas que atendieron el evento, Memphis Unafraid, o Memphis Sin Miedo. Es la primera vez que cuenta su historia de manera tan detallada, y la a comenzado a usar como una lección que los otros trabajadores tienen que aprender: Que es importante organizarse para luchar en contra de las leyes anti-inmigrantes, y que hay que perder el miedo.

Mi nombre es Eleazar Castellanos, soy jornalero de Tucson, Arizona y soy indocumentado. Hace 16 años que llegue a Tucson acompañado por mi esposa e hija. Mi hija estaba chiquita, y nosotros deseábamos poder superarnos mas y poder darle una buena educación. Nos fue bien en los siguientes años, y casi realizamos el ‘sueño Americano’ de tener casa, trabajo estable.

Nuestra hija empezó la escuela elemental y ahora estaba por graduarse high school. Era lo que mas deseábamos, que se graduara y fuera a la universidad. Pero desgraciadamente en Arizona pasaron la ley 200, y ahora tendríamos que pagar tres veces mas por las clases de nuestra hija para que fuera al college. No nos alcanzó para la universidad. Fue al colegio el primer año tomando dos o tres clases.

El siguiente año perdí mi trabajo y fui de trabajo en trabajo sin conseguir alguno. La implementación de la nueva ley de E-verify había empezado. Por consecuencia nuestra hija solo puedo tomar una clase por semestre. Yo no me di por vencido buscando trabajo y cuando conseguía solo duraba una o dos semanas, o un mes, oir que me decían que checara mis documentos por que algo estaba mal. Pero ya saben el resultado, tenía que buscar otro trabajo. Me pasaba días esperando que me llamaran de algún trabajo, cosa que no sucedió.

Finalmente contra de el miedo que sentía empecé a visitar las esquinas donde los jornaleros se reúnen. Yo sabia que la migra y la policía rondaba esos lugares, a demás de eso, sabia que abusos de patrones que querían que trabajara de sol a sol, con el mas mínimo descanso, y al final del día me querían dar menos del salario acordado o del salario mínimo. O aquel otro patrón que me ofreció la jornada de 8 horas por 40 o 50 dólares, pero nunca falto el jornalero que como yo necesitaba el dinero, y que tenia que aceptar aunque fuera eso así.

Después otra ley por desgracia, la SB 1070 apareció criminalizando a los que pedían trabajo en la calle, haciendo que mi temor creciera. Todos los jornaleros siempre estábamos esperando ver a la policía o la migra para salir corriendo antes de que ellos nos vieran. Dos veces llego la policía y nos corrió. Una vez vimos a la migra y corrimos, y me día cuenta que ya teníamos la ruta de escape. Finalmente una iglesia en el área que fue santuario de refugiados en el pasado, nos ofreció el estacionamiento de ellos para que no estuviéramos en la calle, y nos empezamos a organizar.

Voluntarios ayudaron a educarnos sobre nuestros derechos y saber que podíamos reportar algún abuso, mientras estábamos parados ahí esperando trabajo.

Lo malo fue que el trabajo disminuyo considerablemente, por que después de la SB1070 los patrones también tuvieron miedo, pues de dieron casos que los paraban cuando iban a contratar personas, arrestando o deportando a los trabajadores y multando al patrón por transportar a gente sin documentos.

El trabajo no era suficiente y tenía que sostener a mi familia. Mi hija ya no pudo estudiar, y tuve que tomar cualquier tipo de trabajo. Cuando estaba en mi país nunca pensé que llegaría al grado de hacer trabajos denigrantes en mi persona.

Si no encontraba trabajo en la esquina, me hiba por los callejones, a veces buscando en los botes grandes de basura para encontrar las cosas que pudiera vender o reciclar y asi poder pagar renta o gastos para vivir. Lo malo es que los jornaleros pasaban por la misma situación y muchas personas desesperadas haciendo lo mismo que yo, así que hasta buscar basura era dificil.

Cuando me invitaron a la jornada por la justicia no dude. Sin decir nada a mi familia en las primeras semanas para no preocuparlas. No fue hasta unos días antes de abordar el autobús que se lo dije a mi esposa y a mi hija. Primero fue reacción de sorpresa. No supieron que decir, después fue de reflexión y en los siguientes días conté con todo el apoyo de ellas.

Mi esposa y mi hija sabían que yo podía ser deportado de todos modos en cualquier momento parado en la esquina o saliendo a trabajar, por so que no fuera han vano. Si me deportaban quise que todos aquellos trabajadores que están igual que yo, que no tenga miedo, que sepan que no están solos, que somos millones los que podemos salir de las sombras. Pero tenemos que apoyarnos, organizarnos, y sobre todo educándonos sobre nuestros derechos. Aunque seamos indocumentados, tenemos nuestros derechos que nos permiten ser tratados como seres humanos, y con dignidad. Esa es la razón por la que aborde el autobús en el viaje por la justicia.

Quiero llevarle el mensaje a todos los indocumentados en general de cualquier raza, genero, religión, y a toda la comunidad Americana. Por que no importa si soy de Africa, China, Europa, America o Australia, somos humanos y que en algún momento nuestros derechos civiles serán quebrantados. Entonces salgamos juntos como humanos que piden ser escuchados. Para dejar de ser indocumentados.

Por eso ahora digo, organícense. No dejen que les pase lo que nos a pasado en Arizona. Salgamos de las sombras. No tengo papeles, no tengo miedo.

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